sábado, 7 de abril de 2012

El Miramamolín o Muhámmad al-Násir:
El Califa de las Cadenas de Navarra

Este sobrenombre, Miramamolín, lo recibía de los cristianos de los reinos ibéricos por ostentar el título de "amir al-mu'minin", Príncipe de los Creyentes, al ser el califa de los almohades que invadieron la Península a mediados del siglo XIII, lo que dio lugar a una de las pocas, por no decir la única, batalla campal que hubo durante todos los enfrentamientos cristiano-musulmanes de la reconquista: Las Navas de Tolosa.

El 16 de julio de 1212 tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa, donde se enfrentaron tropas cristianas al mando de Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y de Pedro II de Aragón, también acudieron efectivos portugueses y de otros territorios de la Europa Ultramontana, dado el carácter que el papa Inocencio III había dado a la lucha de la cristiandad en tierras de Hispania, además de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Templo de Salomón y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, y también caballeros leoneses. Sumando entorno a 70.000 guerreros. Mientras que por parte las fuerza musulmanas, comandadas por Muhámmad al-Násir, ascendían a unos 100.000 efectivos, repartidos entre infantería del Alto Atlas y del Al-Ándalus, caballería almohade, arqueros turcos a caballo y los imesebelen del Senegal.

Como sobra decir, ya que estoy escribiendo este texto, la victoria en aquella batalla campal fue para las tropas de los reinos cristianos, viéndose obligado el Miramamolín a batirse en retirada y volver a su dominios africanos, aunque pese a ello dejo tras de sí, no solo varias decenas de cadáveres, sino también la leyenda las cadenas de las Navarra.

Esta viene a rezar que los imesebelen que defendían directamente al califa estaban encadenados a una gran cadena que los retenía a todos para que no pudiera huir por fuerte que fuera la envestida o grande el volumen del enemigo. Esta cadena la partió con su espada Sancho VII, rey de Navarra, quien también tomo posesión de una gran esmeralda que adornaba la portada de un Corán que Muhámmad al-Násir dejó tras de sí en su repentina y forzada huida.

Cadenas y esmeralda que aparecen desde entonces en el escudo del Reino de Navarra, en conmemoración de aquella epopeya.



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